» Y mi consejo estrella: cómprate un buen despertador. Parece una tontería, pero la puntualidad es capital en esta profesión.»
En esta ocasión os traemos la entrevista al ganador del premio al mejor cortometraje en la pasada edición de nuestro festival, el cortometrajista sevillano Alejandro Lobo.
La verdad es que eres un cineasta de pies a cabeza, diriges, escribes y produces como si llevaras el cine tatuado en el ADN ¿Siempre tuviste claro que querías dedicarte a la industria del cine?
¡Siempre! Aún recuerdo cómo, con 12 años, coincidiendo con la inauguración de la Exposición Universal de Sevilla, en 1992, mis abuelos me regalaron una cámara Phillips Explorer VHS que grababa directamente en cintas de vídeo. Y me lo pasaba bomba grabando pabellones, espectáculos callejeros y conciertos de la Exposición. Por supuesto, la calidad de las grabaciones era horrible (¡tenía 12 años!) pero ahí comenzó mi idilio con el audiovisual, y de ahí pasé a filmar mis primeros cortos en casa, a experimentar con los toscos efectos de imagen más artesanales y, en definitiva, a “jugar” sintiéndome director de cine.
Tienes una licenciatura en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Sevilla y un Máster en Guion Cinematográfico por la Universidad de Laguna, una amplia formación que te ha abierto las puertas a trabajar en diversos medios audiovisuales ¿La experiencia adquirida en ellos, te ha brindado oportunidades en el cine? ¿Y en qué aspectos concretamente? ¿Cuál sería el consejo estrella que le darías alguien que quisiera empezar con buen pie en la industria?
Toda esa formación te da un bagaje cultural increíble, te abre la mente al conocimiento, te da herramientas y te permite conocer a otras personas que comparten tu misma pasión. Pero, por sí sola, no te brinda oportunidades. Para tener oportunidades en el cine sólo existe un camino: rodar, rodar y rodar.
Por eso decía que conocer a compañeros que comparten tu misma locura es fundamental. Hay que formar equipo, trabajar en muchos proyectos propios y ajenos, aunque sean “low cost”, respetar siempre a todos los compañeros, profesionalizar progresivamente cada proyecto, no conformarse, trabajar duro, muy duro, sacrificar mucho, tener humildad, mucha ilusión y, a ser posible, una pequeña fuente de ingresos adicional (el audiovisual es una profesión cara). Y, por supuesto, tener algo que contar. Si eres capaz de todo eso, apuesto a que el cine te brindará la oportunidad que mereces. Aunque no te niego que en muchos casos también dependerá de la suerte que tengas.
Y mi consejo estrella: cómprate un buen despertador. Parece una tontería, pero la puntualidad es capital en esta profesión.
Seguramente tienes referentes en los que te inspiras como director ¿Quiénes son los que más han impactado e influido en ti? ¿Qué huella te gustaría dejar en las futuras generaciones de cineastas?
¡Tengo tantos referentes y hay tantas propuestas interesantes! Os aburriría con una lista interminable.
Inexorablemente, toda carrera profesional es un continuo aprendizaje, y más una profesión como la nuestra, donde los medios y el propio lenguaje audiovisual evolucionan. Por eso, mis referentes han ido cambiando con cada nueva etapa de mi aprendizaje. Empecé siendo un fanático del cine de Steven Spielberg (¡aún sigo pensando que sabe mover la cámara como nadie!) y Pedro Almodóvar (en su etapa más transgresora), fíjate qué dispares. Pero, poco después, eché la vista atrás y me quedé prendado del cine de otros directores como Billy Wilder (con su estilo “invisible”), Blake Edwards, Sam Peckinpah, John Ford (¡“Centauros del desierto” es una obra maestra absoluta!), Martin Scorsese (¡“Casino”!), Agnes Varda, José María Forqué (¡“Un millón en la basura” y “Atraco a las 3” son antológicas!) o Carlos Saura (“¡Ay, Carmela!”). Y actualmente me siento muy identificado con las propuestas de cineastas tan heterogéneos como Paul Thomas Anderson, Clint Eastwood, Xavier Dolan, Lynne Ramsay, Jason Reitman, Luca Guadagnino, Fernando León de Aranoa, Alberto Rodríguez o Daniel Sánchez Arévalo. Y podría seguir…
Sobre dejar huella en nuevas generaciones… La simple idea de un cine con impronta me produce tanto respeto que prefiero dejar que el tiempo lo evalúe. Por supuesto, me preocupa mucho tener historias interesantes que contar, comprometerme con ellas, contarlas de la mejor manera y, con suerte, llegar a muchos espectadores. Pero, como digo, lo de la huella, el tiempo lo dirá.
En 2015 ganaste el premio RNE por tu cortometraje “Pura hasta la sepultura” ¿Qué significó para ti conseguir ese premio? Cuéntanos cómo fue hacer el guion, la dirigir y la producción de este corto ¿Alguna etapa de todo el proceso supuso u reto especialmente?
“Pura (hasta la sepoltura)” es un proyecto muy especial. Y surgió de la manera más inesperada: Desde hace muchos años, consulto el boletín de la Fundación Audiovisual Pública Andaluza de forma diaria, como el que lee el “Marca” o el “As” durante el desayuno. Un día encontré una reseña sobre un concurso de microguiones que convocaba una Asociación cultural sin ánimo de lucro de Sevilla. Buscaban guiones originales con no más de 3 personajes, 3 localizaciones y 3 páginas de guion, ¡y quedaban solo 4 días para que finalizara el plazo de envío porque la reseña del concurso fue publicada con mucho retraso! Pero tenía muchas ganas de escribir, me afané y surgió la historia de esa octogenaria de pueblo que soñaba con ser sepulturera, como sus hermanas, y acabó fregando la sangre de gente muy influyente.
Y bueno… resumiendo mucho, mi guion resultó finalista, en la Asociación me dieron la posibilidad de dirigirlo, el rodaje fue en Prado del Rey (un hermoso pueblo en la sierra de Cádiz), tuvimos la suerte de estrenarlo en el Festival de Cine Europeo de Sevilla, y tuvo una magnífica trayectoria por festivales, dentro y fuera de España. Y el premio de RNE-SGAE fue un precioso broche que nunca olvidaré.
Imagínate cómo me quedé cuando una tarde, recién llegado a casa después de un día complicado de trabajo, recibo una llamada de un número desconocido y, al descolgar, me empiezan a felicitar la periodista Yolanda Flores (directora del programa de radio “De película”), el director y guionista Paco Cabezas (“Adiós”), la actriz Candela Serrat (“Seis hermanas”), y otros tantos. Una flipada.
Lo cierto es que este proyecto me ha dejado muchos recuerdos imborrables, buenos y malos. Entre los buenos, un momento mágico el día del estreno en el Festival de Cine Europeo de Sevilla, cuando un grupo de vecinas de Prado del Rey esperaron a la salida del Teatro Alameda a que María Vázquez -nuestra Pura- saliera, y empezaron a aplaudirle y vitorearle. María, que con sus ochenta y pico años había debutado en el cine, estaba exultante de felicidad. Muy emocionante, la verdad.
Los malos recuerdos, por suerte, el tiempo los ha ido borrando de mi mente.
Al parecer, no paras de ganar premios porque en la IV edición del festival de cine de terror La Mar Bella, como productor te llevaste el premio al mejor cortometraje por “Cada 75 minutos”¿Cómo fue revivir la experiencia de ser galardonado? ¿Qué dificultades especiales te supuso producir este corto? ¿Entre el primer premio y este, en qué aspectos dirías que has cambiado o madurado como cineasta?
Recibir un reconocimiento por tu trabajo es un caramelo que a nadie amarga. Aunque te confieso que eso de recibir premios a mí me incomoda mucho. Yo soy un tío muy “disfrutón”, que se divierte, se sorprende y aprende mucho, mucho del trabajo de todos los compañeros de profesión, empezando por los cortometrajistas, que es el género en el que hasta ahora me he movido. Por eso, cada vez que recibo algún premio, me pregunto: ¿por qué a mí y no al director de aquel corto que me gustó tanto? No sé, no me dedico a esto para competir con otros trabajos.
Pero, indudablemente, es un gesto muy bonito hacia el trabajo de todos los compañeros que hacen posible la película, y hacia uno mismo. Porque, aunque suene evidente, el cine es un arte colectivo, y los directores, productores o guionistas no somos nadie -nadie- sin el resto de miembros del equipo.
Acerca de la producción de “Every 75 minutes”, no te negaré que fue un corto muy complejo de producir. Borja Ortiz, su guionista y director, es un técnico de VFX sevillano que lleva muchos años residiendo en Alemania. Él llevaba tiempo deseando lanzarse a la dirección, y un día me llamó y me dijo: “oye, ¿qué te parece si me buscas un campo de girasoles por los alrededores de Sevilla, me reúnes un equipo de rodaje súper reducido y me lo gestionas todo para que pueda rodar un fin de semana de octubre que vuelo a Sevilla?”. ¿Girasoles? ¿En octubre? Pues sí, ahí que nos lanzamos mi buen amigo Rafael Melgar –por entonces, compañero de fatigas bajo el paraguas creativo de 35 Lobitos P. C.- y yo a buscar campos de girasoles durante los meses de julio y agosto por la Campiña sevillana, a 40 grados. Y como el girasol es un cultivo que, en el sur de España, florece en mayo, pues empezaban los primeros inconvenientes. Pero, bueno, en el fondo, esas dificultades -¡y la manera de resolverlas!- son las que le dan “sabooor” a nuestra profesión.
Y podría contarte muchísimas anécdotas. Como que, después de hablar con el Ayuntamiento del pueblo de Carmona –donde finalmente rodamos- y con los dueños de los terrenos, después de tramitar permisos varios, y de asegurarnos de que no tendríamos ningún percance raro para rodar el fin de semana propuesto, el primer día que llegamos al set… ¡descubrimos que el Ayuntamiento de Carmona había decidido organizar, sin avisarnos, una carrera ciclista que pasaba exactamente por el camino donde rodábamos! ¡Imagínate la ilusión que nos hizo! Como ésa, tantas otras batallitas para aburrir.
Aparte de los cortos ya mencionados, también has dirigido otros como “Jonás, 18”, “Changüis”, “Patria” y “La suerte del inocente” por los que también has recibido bastantes premios y elogios, en los que hemos podido ver qué temas te interesan, con qué perspectiva los tratas. La iluminación, la estructura del guion y los personajes tan característicos, hacen que tu trabajo nunca pueda pasar desapercibido ¿Cómo definirías tu estilo? ¿Qué elementos comunes hay en tus proyectos que representen la marca única e inconfundible de Alejandro Lobo?
Pues considero que mi estilo es muy ecléctico, aunque con elementos comunes. Siempre intento elegir el look visual y narrativo que mejor encaje con la historia que pretendo contar.
Desde que empecé a rodar cortos, hace quince años, tuve claro que, aparte de ser un género en sí, el cortometraje era un fantástico campo de experimentación donde probar cosas que, de no funcionar, no supondrían una pérdida económica irreparable. Aunque también te reconozco que, con los años, me he ido sintiendo cada vez más cómodo con determinada forma de rodar, de planificar y de narrar. Pero siempre he estado abierto a seguir experimentando formas, atmósferas y géneros nuevos. Además, como se da la circunstancia de que yo he escrito los guiones de todos mis cortos, casi siempre he pretendido estructurar dramáticamente mis historias como si fueran secuencias extraídas de una entidad superior, tal vez una película, eso sí, intentando dotarlas de vida propia. Y creo que “Jonás, 18”, mi último trabajo, es un buen ejemplo de ello.
Ése podría ser un elemento común en mis proyectos. Aparte del uso de la música o de la temática que subyace en todas mis historias: el cansancio, la vejez, y el “peso” de los años.
Es evidente que ahora cuentas con una larga trayectoria en la industria, pero viajemos un poco al pasado cuando lo de ser director y productor era simplemente un sueño ¿Hay algún aspecto de la industria que en ese momento veías de una forma y que ahora percibes de forma totalmente diferente?
Te das cuenta que hacer cine no es tan encantador ni tan glamuroso como imaginabas cuando eras niño, donde soñabas con contar tus propias historias, desconociendo por completo el muchísimo trabajo y sacrificio que había detrás. O incluso cuando materializar una idea era tan simple como coger unos muñecos, unas viejas flores de tela, un ventilador, reproducir una banda sonora mediante un pequeño radiocassette, y “montarte tu película” tú solo como Juan Palomo.
Por supuesto, la satisfacción que da, hoy en día, ver la historia que tenías en la cabeza materializada en una película de 5, 10 ó 15 minutos, y en la que han trabajado 25, 30 ó 40 personas es impagable. O el extremo agradecimiento por tener la oportunidad de trabajar con profesionales a los que admirabas (y admiras) desde que empezabas a estudiar cine, como Pepo Oliva, Pablo Cervantes o Sergio Moure de Oteyza.
Pero el camino que hay desde que abres tu programa de escritura de guiones hasta que el colorista te conforma la copia final de tu película, es largo y está lleno de altibajos. Y eso nunca te lo habías imaginado cuando lo de ser director de cine era simplemente un sueño.
Es inevitable hablar de la pandemia mundial del momento, en tu opinión ¿Cómo ves el panorama del cine Post-pandemia?
Pues mira, la sensación es agridulce. Y voy a imaginarme ya un nuevo mundo feliz post-pandemia.
Me parece que estamos en un momento excelente para la creación audiovisual. Se produce, se genera empleo y se consume ficción audiovisual como no se había conocido hasta el momento. Además, la existencia de tantas plataformas tipo Netflix, HBO o Amazon Prime, que están ofreciendo un catálogo tan rico y a precios tan asequibles a sus suscriptores, han conseguido que, en nuestro país, los creadores puedan dejar de hablar de la piratería sin que les corra un sudor frío por la frente.
Esas plataformas están invirtiendo y apostando por la producción propia y de calidad, permitiendo un sinfín de pelis y series buenas (algunas malas, también). Pero, indudablemente, están cambiando la forma de consumir la ficción audiovisual, el cine principalmente. Las nuevas tecnologías son también muy deudoras de esos nuevos hábitos, y eso me entristece mucho. Porque nunca, nunca será igual la experiencia de disfrutar una película en una sala de cine, en una pantalla grande, a oscuras y rodeado de otros espectadores que se asustan o se ríen a la vez que tú, que hacerlo en la pantalla de un teléfono móvil, o en una Tablet, durante un trayecto en tren a casa. El cine no debería ser un simple artículo de consumo. Hay todo un ceremonial en torno a él. Y, en ese sentido, la pandemia está hiriendo de muerte la experiencia del cine, tal como lo conocíamos. Pero, claro, es una valoración cargada de nostalgia que el futuro espectador que hoy se distrae en la cuna viendo un vídeo de La Patrulla Canina en el móvil de su madre, tal vez nunca llegue a apreciarlo.
No es un secreto que todo el que haya visto tus trabajos, se queda con ganas de más, tu estilo atrapa por completo al espectador, lo cual saca a luz una pregunta ¿En qué proyectos próximamente contaremos con la maestría de Alejandro Lobo? ¿Hay alguna propuesta sobre la mesa, de la que puedas hablarnos?
Pues puedo contar poco, pero sí te puedo decir que estamos empezando a trabajar en la preproducción de un nuevo cortometraje, de género romántico, que me hace especial ilusión porque va a ser cortito pero muy, muy bonito, y que, con suerte, rodaré a lo largo de este 2021 en vuestra tierra, en Málaga.
Pero, como decían en un programa de televisión viejuno, “hasta ahí puedo leer”.
Pues te deseamos lo mejor y esperamos que todos esos proyectos se vayan cumpliendo sigamos disfrutando de tu forma tan atractiva e impactante de contar historias.
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